• PUBIS, PUBIS, PUBEM

    HARPER'S BAZAAR 34

    Spain Media Magazines

    Marzo 2013

    Yo tengo una amiga brasileña que mantiene una excelente relación con su vagina. Hace ya unos años me descubrió los beneficios de la depilación extrema, me hizo un dibujo en un posavasos de papel y entendí muchas cosas. Ella flipó un poco ante mi reparo y desconcierto, ya me di cuenta, ya, aunque no me puse roja –yo estaba en plena treintena– pero a punto estuve, y entonces, como excusándome, le dije:

    –Bueno, es que yo no la miro.

    Mi amiga brasileña además de ser guapa y sensual tiene una empatía que no le cabe dentro y jamás me haría sentir incómoda o ridícula, como en esta ocasión en que se podía haber puesto las botas. Se rió conmigo y me aconsejó con dulzura:

    –Pues tienes que mirarla. Ella también existe.

     

     Yo reconozco mis dudas, mi ambivalencia, mis sentimientos encontrados hacia el pubis, la vagina y todo lo que contienen esas latitudes. No sé si es bonito. No sé si es feo. No sé si está hecho para ser mirado tanto como para ser tocado. Me alegro que esté colocada donde está, más bien escondida. Y tengo claro que prefiero tener vagina a un pene colgando, por muy ventajoso que sea hacer pipí de pie y tenerlo todo hacia fuera, hay que admitir que cuando todo va para dentro las cosas se complican.

    Primitiva, sabia, frágil, fuerte, elástica, gordita, confusa, son algunos de los adjetivos que me escriben varias amigas –nacionales– a quienes les pregunto por email qué piensan de ella. Nada parece definirla. Es todo eso y más.

    Las esculturas clásicas la trataron con extrema delicadeza, mármol liso sin ni una hendidura insinuada. Picasso la dibujaba como un ser temible y monstruoso en una mezcla de la atracción y el miedo que debía provocarle a él. Courbet en su “Origen del mundo” le dio con el título la importancia biológica que merece, y con el óleo, un resultado sorprendente, provocador, realista, chocante para muchos, angustioso para algunos, emocionante y turbador para mí.

    Dalí justificaba la extrema dificultad en representarla artísticamente afirmando que en la vagina pasan demasiadas cosas. Y qué razón tenía, pero yo añadiría que, además, demasiadas cosas pasan a través de ella, – dedos, líquidos varios, bebés, tampones, lenguas, ceras, instrumentos metálicos, ¿hace falta que siga?– por no decir las emociones asociadas que nos puede desatar a cualquier edad, la vergüenza, la misma gloria, aunque ésta última dure unos segundos de nada.

    Menudo stress sufre la pobre, mes a mes, año tras año, en eso seguro que estaremos todas de acuerdo. Y en cambio ¿cómo se lo agradecemos? Ni tan siquiera con una mirada. No puede ser. Probablemente no se trate de observarla con ojos de ginecólogo o lente de cámara de peli porno. No. Probablemente se trate de llevarse bien con ella, no olvidarla, no dejar que se aleje, sentirla a gusto, acompañándonos en cada fase de nuestra vida, ayudándonos a mantener viva la sexualidad. Y cuánto tiene que ver eso con sentirse bien y ser casi una mujer feliz…

    Entonces, ¿no valdría la pena ser presumidas en todos los rincones del cuerpo?. ¿Pintarse los labios con un rojo vibrante e hidratarse la vulva con un aceite de extracto de bambú?. ¿Aplicarse una mascarilla en el pelo y un estilismo bien definido en el pubis?.

    Hay que soltar amarras. Mirar con menos pudor –con menos, jamás perderlo del todo o la feminidad se irá con él al carajo–. Y preguntarse que si nos preocupa la caída de los párpados ¿por qué no nos puede preocupar la pérdida de tersura del pubis? ¿O un ensanchamiento excesivo de la vagina que nos resta placer al sexo? Por no decir algunos defectos que quizá arrastremos desde siempre y no nos hemos enterado –o, ¿sí?–, asimetrías, labios menores demasiado grandes o un clítoris con el tamaño de un garbanzo, creo que a estas alturas del texto vale la pena que aclare que el clítoris debe ser como una lenteja, no como un garbanzo, por si alguna tiene sus dudas.

    Localizo a mi amiga brasileña por whatsApp, está de mudanza en Río, sin Internet en su nuevo piso, y poco tiempo tiene para contestar a mis preguntas sobre su vagina. Cuando insisto en lo desinhibidas que creo son las mujeres en Brasil, ella me whatsappea:

    “No es eso. Es q aquí hace más calor durante más tiempo y los bikinis son muuucho más pequeños. Se trata de tener la mayor parte del cuerpo expuesta sin enseñar nada”

    Siguiente whatsApp:

    “Paradójico, no?”

    ¿Paradójico? Puro erotismo.