• COLA, COLITA, COLAZA

    Entrevista para MAGAZINE de La Vanguardia

    Marzo 2023

     

    Cola para los amigos, Colaza para Terenci Moix, Isabel para hacienda, las facturas y la policía. Es Colita para el mundo entero.

    Considerada la retratista de la Gauche Divine barcelonesa, Colita (Isabel Steva, 1940) se siente, por encima de todo, periodista. Sus reportajes sobre Carmen Amaya y los gitanos del Somorrostro o las primeras manifestaciones tras la muerte de Franco son sólo uno de los múltiples ejemplos de ello. Amante de los animales, férrea defensora del feminismo y el patrimonio fotográfico español, acaba de recibir la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2021.

     

    –¿Tú sabes que en Francia dicen que los niños nacen de debajo de una col? –me pregunta la fotógrafa con esa mirada traviesa tan suya– Por eso mi querido papá se inventó lo de Colita. Era cariñoso, para nada una reprimenda, yo fui muy buena hasta los doce años, a partir de esa edad todo se fue complicando…

    Colita se ríe y me confiesa estar algo harta de hablar sobre si misma. En los últimos tiempos los homenajes, entrevistas y exposiciones se han ido sucediendo sin apenas respiro. Yo he llegado a la deliciosa casita de la fotógrafa con el deseo de hablar y desmenuzar algunas de sus fotos más icónicas. Sé que a partir del guiño de Wells o el gallo de Elsa Peretti, saldrá toda Colita. Pero empiezo mal y nos entretenemos con lo de nacer bajo una col. Ella corrobora su fama de profesional intachable, al responder, con extrema buena disposición, temas recurrentes como el origen de su nombre o la fama de deslenguada.

    –Deslenguada pero no ordinaria –matiza.–Recibí una educación malgre moi religiosa, no la elegí yo, pero mis padres tampoco, poco había por escoger en esa época, y estudié en el Sagrado Corazón, lo cual hizo de mí una deslenguada, una agnóstica, una republicana, todo lo peor. En vez de salir como una señorita del Sagrado Corazón salí como una especie de medusa. ¿Comprendes?

    Me voy a pasar casi toda la entrevista riendo, deslumbrada por su extraordinaria simpatía – ella me dirá varias veces que divertirse y jugar es de lo más serio que hay en la vida– y decido hacer pocas preguntas y dejarme llevar por su arrolladora vehemencia...

    –Dices que eres poseedora de diez minutos de la vida de Orson Wells.

    –Pues, sí. Fue en el rodaje de Campanadas a medianoche. Estuve haciendo fotos, sin dar la lata, que es una de las condiciones primordiales de un fotógrafo, que no te vean, porque sino vas a la calle inmediatamente, y lo observé durante toda la mañana, ¡cómo cogía a los actores, los achuchaba, los soltaba! Era una fuerza de la naturaleza. Una secretaria le iba sirviendo puros y coñac y él estaba inmenso, enorme, claro, hacía de Falstaff en Campanadas, era un ser muy atractivo, a pesar de ser un hipopótamo, era un hipopótamo muy atractivo. Cuando me llamaron, me recibió muy amablemente. Me he planteado muchas veces lo prepotentes que son actualmente ciertos actores, cuando he conocido algunos de primerísima línea y que eran completamente normales y educados, como el señor Wells, por ejemplo. Yo era un monicaco y el señor Wells me recibió, estuvo educadísimo y posó para mí.

    –Y ¿hablasteis, le diste instrucciones?…

    –¿Instrucciones? Nooo, no hacía faaalta… Cuando tú fotografías a un profesional de verdad, no hace falta decir nada, tú te colocas y él se coloca. Él estaba sentado y yo de pie, me fui acercando con mi Rollei, él se giró, –Colita me mira de lado, cierra un ojo e imita el gesto del creador de Ciudadano Kane que ella inmortalizó– y ¡zasca! –yo me río y ella sonríe.– Supe enseguida que ya la tenía. Y, después, pues nada, muchas gracias señor Wells, muy agradecida, de nada, y nos dimos la mano. Continué haciendo fotos y, un poco más tarde, le vi apoyado contra una pared, con toda su mole, los ojos cerrados y disparé. Entonces me vio y me hizo –Colita levanta el dedo índice y hace que no– Y yo.., pues guardé los trastos ¿comprendes? No se me ocurrió esconderme y seguir disparando. No. Y él no mandó a un enano de producción para decirle a esa perra la sacas a patadas del rodaje. No. Simplemente me dijo, para. Y yo paré. Esa fue la última foto que le hice.., pero me quedé a verlo, por supueeeesto que me quedé a verlo, quería devoraaaaaar con los ojos todo lo que estaba haciendo. Y ya está. Esta fue mi relación con Orson Wells.., ¡que me parece de una riqueza! –se ríe– no se trataba de que yo le cayera bien, ni de contarnos nuestras vidas, él fue educado y generoso y me regaló su tiempo, no me trató como un paparazzi de mierda que corre por allí. Era un genio y tenía una categoría humana muy grande.

    –Oriol Maspons dijo que tenías que haber sido la Annie Leibovitz de este país. ¿Qué opinas del trabajo de la norteamericana?

    –Pues que es como Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Que tiene una parte que me gusta mucho, como Women, pero en cambio, todas esas fotos tan sofisticadas y trabajadas de actores de moda me interesan menos, me parecen espléndidas ilustraciones de revistas de lujo. Oriol fue un maestro para mí, siempre me admiró mucho. Fue el primer ser humano sobre la tierra que me hizo caso. Vio la exposición que hice sobre la Gauche Divine, la Gauche qui rit,  a la que yo no di importancia, fue como un juguete, para reírnos, pero a él lo deslumbró y por eso me dijo, coge a la Peretti y vete a Nueva York, que serás la segunda Leibovitz de allá, o la Leibovitz de aquí, no sé muy bien qué dijo y qué más da… Porque ¿se puede saber qué hago yo en Nueva York si a mí lo que me gusta es eeeesto? La Costa Brava, la juerga, el vino… ¿Nueva York? ¡Qué aburrimiento!…

    –¿La frialdad del pixel o la calidez del grano?

    –Nosotros soñábamos con la perfección de la nitidez y ahora se inventan filtros para reventar el píxel y conseguir el grano. El mundo está muy raro. La manera de mirar ha cambiado. Ahora importa la inmediatez, te mando la foto para que veas que he estado en las pirámides aunque las pirámides salgan hechas una birria. El primer ensayo serio sobre fotografía que se hace en la historia del mundo mundial lo escribió la Sontang, “Sobre la fotografía”, y ya desarrolla este tema. Yo lo acabo de comprobar en el MET, el Metropolitan Museum de Nueva York… es algo, ¿cómo te diría? Aterrador. Había montañas de gente, montañas no, OORDAS de japoneses, invadiendo una sala, con un Van Gogh, creo, y una inmensa señora de uniforme gritaba como una desmelenada, NOOO FLASHHH, todo el rato, entiendes y el museo entero retumbaba y los japoneses como si oyeran llover, chas, chas, chas, dándole al flash, era una guerra de la señora contra los japoneses donde ganaba la impasibilidad japonesa, claro, era una cosa que no te puedes creer, completamente SURREALISTA, entiendes, y dices, claro, es que estoy en un mundo, no sé, ¿acabando el siglo 31?, ¡Mad Max!, y esto está reventando por todas partes. Y ¿sabes qué te digo? Que estoy feliz de hacerme mayooor y de perderme todo lo que me voy a perder porque todo va a ser muy desagradable, si me dicen mañana te mueres, pues yo digo, ay, qué bien. Supongo que si tienes hijos debes tener otra sensación. Cuando lees que se derrite el ártico y que no va haber agua.. pues.., no sé.. Con tanto ipad el osito de peluche se acabó… Ha muerto…

    Colita me mira divertida mientras yo me seco las lágrimas del ataque de risa que me ha dado con lo de Mad Max en el Met. Me recompongo un poco y atino a llevarle la contraria en este último punto:

    –No, no, el osito de peluche no ha muerto.

    –Ah, ¿no ha muerto?

    –Para mi hija de diez años aún no.

    –Loado sea Dios.

    Colita, a mis ojos, es tan grande como lo fue Orson a los suyos. La mezcla de sabiduría, cachondeo y generosidad con que se entrega –hoy, a mí, en su asilvestrado jardín– no cabe en el inolvidable diminutivo que es todo cariño. Isabel es sobretodo Colaza. Pero, para siempre jamás, será Colita. Colita la Grande.